19 janvier 2017

Los esenios de Qumran según Filón y Plinio el Viejo

Filón de Alejandría: De Todo hombre bueno es libre, 75-91.

"75. Y no sin noble descendencia está la Siria palestinense, habitada en no pequeña parte por la populosísima raza de los judíos. Algunos de ellos reciben el nombre de esenios, y su número excede de cuatro mil. Su nombre se relaciona, en mi opinión, aunque no con una forma pura de la lengua griega, con la palabra "santidad", pues son los adoradores más notables de Dios, y no mediante sacrificios de animales, sino por su resolución de mantener sus pensamientos en armonía con lo sagrado.

76. Lo primero que cabe mencionar es que estos hombres moran en aldeas, y evitan las ciudades debido al desorden e inmoralidad de los ciudadanos. Saben que al igual que una atmósfera insalubre ocasiona enfermedades, el contacto con otros hombres puede afectar a sus almas con resultados incurables. Algunos labran la tierra; otros practican oficios que favorecen fines pacíficos, con lo cual se benefician ellos mismos y sus vecinos. No acaparan plata y oro, ni adquieren grandes terrenos con la intención de explotar sus rentas, y se limitan a procurarse lo necesario para la vida.

77. Casi son los únicos hombres que adoptan una vida sin dinero ni propiedad voluntariamente más que por falta de bienes, y se consideran muy ricos, y con razón, porque tienen pocas necesidades y su contenido espiritual es abundante.


78. Entre ellos no hallaríais a nadie dedicado a la forja de flechas o jabalinas o puñales o cascos o corazas o escudos o cualquier arma o máquina ofensiva, ni a nadie que se entretenga en proyectos belicosos. Pero tampoco se entregan a obras pacíficas, tales que fácilmente puedan degenerar en mal, ni siquiera piensan en el comercio o el intercambio o viajes de negocios, puesto que renuncian a todo motivo de avaricia.

79. No hay un solo esclavo entre ellos; todos son libres y se rinden mutuos servicios. Condenan a los propietarios de esclavos no sólo como una injusticia que ultraja la igualdad, sino como una impía infracción de la ley natural, que engendró iguales a los hombres y los crió como madre y los hizo hermanos verdaderos, no de nombre, sino en realidad. Este parentesco común ha quedado anulado por la interesada y triunfante codicia, produciendo separación en vez de intimidad y enemistad en lugar de amistad.

80. La parte lógica de la filosofía, al ser innecesaria para alcanzar la virtud, la dejan a los discutidores, y la parte física, al sobrepasar la humana naturaleza, a los observadores de estrellas, salvo en lo que afecta a la existencia de Dios y al origen del universo. Pero en cuanto a la ética, le dedican intensamente sus pensamientos bajo la guía de sus leyes ancestrales, que el espíritu humano no pudo concebir sin inspiración divina.

81. En ellas se instruyen de manera particular durante el séptimo día de la semana y también en otras ocasiones. Porque consideran sagrado el séptimo día. En él se abstienen de cualquier ocupación, y se congregan en lugares sagrados llamados sinagogas, donde ocupan puestos según su edad, los jóvenes por debajo de los ancianos, dispuestos a escuchar con el decoro conveniente.

82. Entonces una persona lee los libros, y otra entre las más expertas se adelanta y da explicaciones en aquello que no es familiar, pues entre ellos, y siguiendo una costumbre muy antigua, la mayoría de las cuestiones son tratadas alegóricamente.

83. Se adiestran en piedad, santidad, justicia, deberes de los miembros de una familia y del Estado, conocimiento de lo que es verdaderamente bueno, malo e indiferente, elección de aquello que es recto y evitación de lo opuesto, según el canon y patrón triple, amor de Dios, amor a la virtud y amor humano.

84. Ofrecen innumerables ejemplos del amor de Dios: pureza ritual conservada de continuo y con perseverancia durante toda su vida, evitación de los juramentos y falsedades y el convencimiento de que la divinidad es el origen de cuanto bueno existe, pero no de lo malo. Del amor a la virtud: prescindir del afán de dinero, de honor y de placer; continencia, paciencia y, además, limitarse a contadas necesidades, sencillez, contento, ausencia de orgullo, respeto a la ley, estabilidad y cuanto sea del mismo carácter. Del amor humano: amistad, espíritu de igualdad, y común sistema de vida que excede de toda descripción, sobre el cual no resultará inoportuno decir unas palabras.

85. Ante todo, ninguna casa es propiedad particular de nadie, pero tampoco es común de todos, pues está abierta a los grupos que pueden vivir en ella juntos y recibir a quienes tienen los mismos ideales y llegan de otros lugares.

86. Hay un fondo que pertenece a todos, con gastos en común, vestidos en común y comida en común, porque consumen juntos los manjares, porque comparten el mismo techo, la misma forma de vida y la misma mesa, cosa que no se ha establecido con tanta firmeza en otras partes. Y ello no carece de motivo, pues la recompensa que reciben por su trabajo diario, en vez de reservarla para sí, como propiedad particular, la ingresan en el almacén común, del cual sacan lo que otros necesitan.

87. No se descuida a los enfermos aun cuando no puedan ganar. Tienen a su disposición en la reserva lo necesario para su cuidado, y pueden, por lo tanto, hacer generoso uso de ello sin vacilación. Los ancianos son tratados con reverencia y respeto. Se les atiende en su senectud como padres por sus propios hijos, sirviéndoles y atendiéndoles con liberalidad de mil maneras distintas.

88 Tales son los campeones de la virtud, producto de una filosofía que nada tiene que ver con las sutilezas de la terminología griega, pero que sugiere, como ejercicios laudables, prácticas que afirman una libertad ignorante de la esclavitud.

89. He aquí una prueba. En el transcurso de los tiempos surgieron en el país muchos gobernadores de diferente carácter y política...

91. Pero nadie, por muy cruel, traidor o hipócrita que fuese, pudo acusar al grupo de los llamados esenios u "hombres santos". Todos se inclinaron ante su nobleza y los trataron como autónomos y libres por naturaleza, elogiando sus comidas comunes y su sistema comunal de vida, en verdad extraordinario, que constituye la prueba más evidente de una existencia perfecta y muy dichosa".



Filón de Alejandría: De Apologia Pro Judaeis: La Praeparatio Evangelica de Eusebio de Cesarea (8, 11) conserva este extracto de la Apología de los judíos, de Filón:
"1. Nuestro legislador ha estimulado a numerosos hombres notables hacia una forma comunal de vida. Son los llamados esenios, nombre que, en mi opinión deben a su reputación de santidad. Moran en muchas ciudades de Judea y en muchas aldeas en grandes grupos de muchos miembros.

2. Sus principios no son cuestión de casta (porque no cabe prescribir una casta donde la elección es libre), sino inspirados en celo por la virtud y el anhelo de un espíritu de hermandad.

3. Entre los esenios no hay niños, adolescentes o jóvenes, porque tales personas tienen caracteres inestables propensos a cambiar con su edad inmatura. Son hombres adultos, ya en camino de la vejez, que no están sujetos a la posibilidad de que el impulso físico los arrastre, ni tampoco bajo la influencia de las pasiones, sino disfrutando de una libertad genuina y verdaderamente real.

4. Su modo de vida es prueba de su libertad. Ninguno de ellos consiente en adquirir nada como propiedad personal, ni casa, ni esclavo, ni tierra ni rebaños, ni nada que procure o favorezca la riqueza, lo ponen todo en una reserva común y comparten todos los beneficios.

5. Viven en grupos, formando hermandades que comen en común, y perseveran en sus cosas por el bien de todos.

6. Mas tienen distintas ocupaciones, en las que deben trabajar con decisión, sin que puedan excusarse con la escarcha, el calor o cualquier otro cambio de tiempo. Antes de que apunte el sol se dirigen a sus ocupaciones y apenas consienten dejarlas en el ocaso, sin que por ello sean menos felices que aquellos hombres que han competido en ejercicios físicos.

7. Según su opinión sus trabajos son más saludables y más gratos para el alma y el cuerpo, y más duraderos que las pruebas atléticas, puesto que conservan el vigor después de la juventud.

8. Algunos de ellos que son expertos en la siembra y el cultivo de las plantas, trabajan la tierra, otros cuidan de toda clase de animales; y algunos de ellos cuidan de las colmenas.

9. Otros se dedican a aquellos oficios que puedan ser necesarios para atender a las necesidades más precisas, y no descuidan nada que pueda proporcionarles una más decorosa forma de vida.

10. El pago que cada uno percibe por su ocupación correspondiente se entrega al administrador elegido, quien de inmediato compra aquello que se necesita y proporciona amplia manutención y todo cuanto sea necesario para la vida humana.

11. Viven y comen juntos, contentándose día tras día con los mismos manjares. Prefieren la sencillez y evitan la suntuosidad, que perjudica el cuerpo y el alma.

12. No sólo tienen mesa en común, sino también el vestuario: gruesas capas para el invierno y túnicas ligeras para el verano. Así pues, cada cual puede coger sin dificultad aquello que desea, porque las pertenencias de uno se considera pertenecen a todos y, viceversa, las pertenencias de todos son de cada uno de ellos.

13. Asimismo si uno enferma, recibe cuidados médicos con cargo al fondo común y todos le cuidan con atención y esmero. Los ancianos, aun aquellos que no han tenido hijos, no sólo son cuidados como si tuvieran muchos, sino también como si éstos fuesen los mejores, y llegan al término de sus días a una edad muy avanzada, rodeados de cuidados y comodidades, por lo mucho que los estiman dignos de procedencia y de honra, y con un espíritu mejor predispuesto que el de aquellos que se ven obligados por el instinto natural a rendir tales servicios.

14. Además, evitan el matrimonio, porque comprenden claramente que sería el único o el principal motivo de ruptura de su hermandad. Otro motivo era su práctica, en verdad excepcional, de la continencia. Por eso ningún esenio toma esposa, pues la mujer es criatura egoísta, extraordinariamente celosa, astuta en apurar el carácter del hombre y dominarlo con la acción persistente de sus encantos.

15. En efecto, se vale de palabras halagüeñas y de otras artes como si actuara en la escena, y cuando ha embrujado ojos y oídos, y éstos, como facultades subordinadas, quedan embaucados, domina la principal facultad, o sea, el espíritu.

16. Si nacen hijos, se muestra orgullosa y atrevida en su lenguaje. Donde antes hablara con falsa compostura, ahora lo hace con retadora insolencia y desvergonzadamente insiste en pretensiones hostiles a la hermandad.

17. Porque el hombre, tanto si se halla sometido a los encantos amorosos de la mujer o preocupado por su instinto hacia el cuidado de los hijos, no es el mismo en su trato con los demás hombres. Poco a poco se transforma en otro hombre, que ya no es libre, sino esclavo.

18. Tan estimada es la vida de estos hombres que, no sólo individuos particulares, sino incluso grandes monarcas se llenaron de admiración y asombro hacia ellos, incrementando la reverencia que inspiran al concederles favores y honras".

Plinio el Viejo: Naturalis Historia, 5, 15, 73. "Al oeste (del mar Muerto) los esenios se mantienen apartados de la orilla para evitar sus efectos perniciosos. Son una raza solitaria, la más sorprendente del mundo, sin comercio sexual, sin dinero y sin más compañía que las palmeras. Su grupo conserva un número constante de miembros, aunque el tiempo pase, porque reciben a muchos hombres cansados de la existencia a cuyo modo de vida empuja el oleaje de la fortuna. Así, en el transcurso de millares de siglos (y por increíble que parezca), el número de dichas gentes permanece constante a pesar de que nadie sea concebido, tan prolífico es para ellos el arrepentimiento de los demás hombres. Al sur estaba la ciudad de Engadda ('En Gedí), a la que sólo supera Jerusalén (2) en fertilidad y palmerales, convertida en la actualidad en otro monumento de muertos. Desde allí a Masada, fortaleza erigida en la roca, que tampoco dista mucho de (el lago de) Asfalto".

NOTAS:

(1). Extracto de Edmund Sutcliffe, S. J., Los monjes de Qumrán, Ediciones Garriga, Barcelona, 1962 (agotado).

(2). Jerusalén (Hierosolyma) ni es ni fue notoria por su feracidad y palmerales. El copista debió de escribir por error su nombre en lugar del de Jericó.

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