05 juillet 2007

Enrique Rojas G., Frithjof Schuon o la tentación mesiánica (texto entero)

VIDA Y OBRA

Nació en la ciudad suiza de Basilea el 18 de junio de 1907. Su padre, violinista y profesor del Conservatorio, era de origen alemán y su madre había nacido en Alsacia, la región que alemanes y franceses se disputaron durante la primera y segunda guerras mundiales. Su hermano Erich había venido al mundo un año antes.

Gracias a su padre, el joven Schuon descubrirá tempranamente el Bhagavad Gita, el Corán, los Vedas y Las mil y una noches. Adolescente sensible e inteligente, buscará en la oración un reconfortante, pues se siente extranjero en el mundo e incomprendido por sus semejantes. Durante horas se embebe en el ensueño, la poesía y el dibujo y a los trece años dice que se prepara para escribir un poema épico a la manera del Ramayana.

La muerte de su padre en 1921 hace que Frithjof deje Suiza y viaje con su madre a la ciudad francesa de Mulhouse, donde vivía su familia, por lo que se ve en la necesidad de aprender francés. A los 16 años, mientras su hermano entra a un seminario, Schuon se ve obligado a interrumpir sus estudios y trabaja como diseñador textil. Lee a Platón y todo lo que encuentra sobre la India. En esta época descubre las obras de René Guénon, cuyo libro Oriente y Occidente acaba de publicarse.

En 1928 cumple con su servicio militar en Besanzón, donde reside como ordenanza durante año y medio. En ese tiempo bosqueja su primer libro en alemán, Pensamientos-directrices para la meditación de lo primordial, que aparecerá en 1935.

En 1929 llega a París, donde encuentra empleo como diseñador de tejidos, pero su situación es precaria. Sin embargo, su interés por el Vedanta y el Islam es creciente. Aprende árabe y ejercita el arte de la caligrafía, aunque no habla bien francés. Una de sus primeras cartas en este idioma es dirigida a Guénon, quien se había ido a vivir a El Cairo. En una carta fechada en 1931, éste último le dice: “En cuanto a la adhesión a una tradición oriental, ciertamente el Islam no sólo es la forma menos lejana a Occidente sino también la única en la que la cuestión del origen no representa ninguna barrera y no puede jamás constituir un obstáculo”.

Esta carta será un detonador en la vida espiritual de Schuon. Cuando a principios de 1932 pierde su empleo, decide partir a Oriente y en noviembre, después de una breve estancia en Marsella, conoce a varios miembros de la tariqah (cofradía) sufí alauita. Se embarca hacia Orán y llega a Mostaganem, donde reside con el anciano sheik Ahmed El-Alawi, jefe y fundador de la tariqah. Pero las autoridades francesas de Argelia ven sospechosa la presencia de un europeo entre los árabes y temen que se trate de un agitador comunista, así que persuaden a Schuon de que regrese a Francia. Desde Mostaganem Schuon ha enviado a El velo de Isis, la revista en la que Guénon escribe regularmente –llamada después Estudios Tradicionales–, un artículo con el título “El aspecto ternario de la tradición monoteísta”, que daría inicio a una colaboración de casi 54 años. En él habla de una unidad esencial y trascendente de las tradiciones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e Islam. Cuando a la muerte del sheik El-Alawi queda Ada ben Tunes al frente de la tariqah, Schuon viaja nuevamente a Mostaganem y el nuevo maestro lo nombra moqqadem o representante, o sea que desde ese momento tenía la facultad de dirigir reuniones rituales y transmitir la iniciación.

Tras su regreso a Europa, Schuon renueva una de las amistades de su infancia, Titus Burckhardt (autor de Clave espiritual de la astrología musulmana, Símbolos y El arte del Islam así como de Alquimia*), quien pronto saldrá hacia Fez, capital de Marruecos. En París conoce al orientalista Louis Massignon, experto en sufismo y autor de La pasión de Hallaj (Paidós), y perfecciona con él su conocimiento del Islam. Pronto se forman tres grupos alrededor de Schuon: uno en Basilea, otro en Lausana y uno más en Amiens. Burckhardt, que ha regresado de Marruecos, lo ayuda en la conducción de estos grupos. También aparecen nuevos discípulos, algunos muy jóvenes como Leo Schaya (autor de La doctrina sufí de la unidad, Olañeta) o Michel Valsan, un rumano que trabaja en la embajada de su país en París y a quien nombra moqqadem en Francia.

Un año antes de la segunda guerra mundial Schuon encuentra a Guénon en El Cairo por vez primera. Al año siguiente Schuon y dos de sus discípulos ingleses se embarcan rumbo a la India, haciendo escala en El Cairo. Guénon, enfermo, los recibe en cama. Schuon escribirá después que “irradiaba una especie de benevolencia” y que sentía en su presencia la “grandeza espiritual”. Cuando los tres viajeros parten hacia Bombay, se enteran de que ha sido declarada la guerra. Como Schuon tiene la ciudadanía francesa, debe reunirse con su regimiento sin tardanza y tres días después está de nuevo en Europa. Es movilizado cerca de la frontera suiza pero el avance fulminante de las tropas alemanas provoca que los franceses se retiren, para ser finalmente rodeados y obligados a rendirse. Schuon pasa un mes en un campo de prisioneros en Besanzón, pero junto con los demás alsacianos es puesto en libertad. Presintiendo que será incorporado a la fuerza por los alemanes, logra pasar la frontera suiza y después de varios meses de papeleo burocrático recibe, en 1941, el permiso para establecerse en su país natal, donde vivirá los siguientes cuarenta años.

A principios de diciembre de 1942 Schuon tiene una experiencia espiritual que califica como una “inspiración del Espíritu” y de la cual considera que deriva la trama temática y metódica de su enseñanza, misma que resumirá en Las estaciones de la sabiduría (1958). A la importancia creciente que concede a la invocación divina y a la práctica de las virtudes, así como a su cercanía al hinduismo, pronto se añade la influencia del pensamiento de los pieles rojas. A través de su discípulo Joseph Epes Brown (un joven etnólogo norteamericano, autor de El legado espiritual del indio norteamericano y Madre tierra, padre cielo, Olañeta), Schuon intenta encontrar a un anciano maestro siux llamado Black Elk (Alce Negro), del cual había leído las memorias varios años atrás. Esta búsqueda dará origen al libro La pipa sagrada. Los ritos secretos de los indígenas siux, que aparecerá en 1953 y contribuirá a conservar los rituales indígenas en vías de desaparición.

En 1944 publica los dos primeros recuentos de su poesía en alemán, titulados Sulamita y El libro de los días y las noches.

Dos años después proclama su independencia magisterial, distinguiendo su misión personal de la de Guénon. Algunos de sus seguidores interpretan con doble intención los nombres iniciáticos de ambos maestros: Yahia (Juan), el de Guénon y Aissa (Jesús), el de Schuon y dicen que Guénon, como Juan el Bautista, había cumplido la función de precursor frente a Schuon.

En 1948 aparece un artículo de Schuon titulado “Misterios crísticos”. En él afirma que el cristianismo es de naturaleza intrínsecamente esotérica y que los sacramentos, como el bautismo y la confirmación, son de tipo iniciático. Guénon, en un artículo denominado “Cristianismo e iniciación” (forma actualmente el segundo capítulo de Esoterismo cristiano, ediciones Obelisco), sostiene que el cristianismo, al igual que el judaísmo y el Islam, tiene dos aspectos, uno esotérico y otro exotérico, pero que a diferencia de las otras dos tradiciones abrahámicas ha ido perdiendo desde el siglo III su carácter esotérico1. Este punto minará la relación entre ambos y algunos discípulos de Schuon, como Valsan, dejarán su grupo y se acercarán a Guénon. Aunque de manera un tanto soberbia Schuon ofrece a Guénon designarlo moqqadem para Egipto, la relación epistolar se mantendrá cortés después del matrimonio de Schuon con Catherine Feer en 1949.

Más grave que estos desacuerdos doctrinales fue que, en contra de todas las reglas de la transmisión iniciática, Schuon dijo haber sido iniciado como sheik (maestro espiritual sufí) en un sueño, y que a partir de entonces habló de sí mismo como del “maestro universal” por excelencia. Además creó un ritual sincrético basado en lo que llamó la “desnudez primordial y adámica”, tomando prestados algunos giros de danza de la tradición de los apaches que incorporó a las técnicas sufíes.

Curiosamente todo esto permaneció ignorado por sus lectores durante más de cuarenta años.

El primer libro en francés de Schuon, De la unidad trascendente de las religiones, apareció a principios de 1948. Al salir la edición inglesa en 1953, el premio Nobel de literatura T. S. Eliot declarará: “Jamás encontré una obra tan impresionante sobre el estudio comparado de las religiones de Oriente y Occidente”.

A fines de noviembre de 1950 el estado de salud de René Guénon se altera considerablemente y fallece en enero de 1951. Schuon dirá en su homenaje póstumo que “el hombre parecía ignorar su genio, como éste inversamente parecía ignorar al hombre”.

La publicación en 1953 de Perspectivas espirituales y hechos humanos, continuación de El ojo del corazón, aparecido tres años antes, marcará un giro en la obra de Schuon. Compuesto por aforismos, notas de lectura y reflexiones anotadas día a día, debe mucho al Vedanta. Hacia la misma época Schuon comienza a redactar una obra dirigida a sus discípulos, formada por breves textos de una a tres cuartillas, las cuales sumarán al final de su vida más de mil páginas, algunas agrupadas bajo el título de Libro de las claves. En 1953 conoce en París a algunos miembros de la tribu cuervo, quienes han viajado a Europa para hacer demostraciones de sus danzas tradicionales. Uno de ellos será Thomas Yellowtail, quien se hará gran amigo de los Schuon.

Al mismo tiempo Schuon comienza a pintar regularmente y seguirá así hasta 1985. Su estilo combina las reglas del arte tradicional, como las leyes de la perspectiva y la carencia de sombras de los egipcios y de las miniaturas hindúes, con las técnicas de pintura occidental. Los primeros quince años de su pintura estarán influidos por el mundo de los pieles rojas, pero a partir de 1965 sus lienzos tendrán una temática mariana.

Dos nuevos libros aparecen en 1957: Sendas de gnosis y Castas y razas. En el primero destaca la importancia de la vía del conocimiento: “Sólo la perspectiva sapiencial es un esoterismo en el sentido absoluto o, en otras palabras, ella sola es necesaria e íntegramente esotérica, porque ella sola rebasa las relatividades”. En un apéndice del segundo libro titulado Principios y criterios del arte universal, expone lo que llamará más tarde los “fundamentos de una estética integral”. Un año después aparece Las estaciones de la sabiduría, donde Schuon subraya que la “conciencia del Absoluto es la prerrogativa de la inteligencia humana”, así como la importancia de la oración y de “recordar a Dios”.

En 1959 viaja con su esposa por primera vez a Estados Unidos y visitan Pine Ridge, famosa reserva siux, donde Schuon será adoptado como miembro de la tribu y recibirá el nombre de Wambali Ohitika (Águila Valiente) y después el de Wicahpi Wiyakapa (Estrella Resplandeciente). Los Schuon se hacen amigos de Benjamin Black Elk, hijo del legendario Black Elk, y se encuentran con su amigo Yellowtail, quien posteriormente se convertiría en líder de la Danza del Sol entre los cuervo.

En 1961 aparece Comprender el Islam, uno de los libros más conocidos de Schuon, en el que parte de la Sabiduría Perenne para abordar las grandes líneas de la tradición islámica antes de explicar el camino sufí. Unos cuantos meses después aparece una obra consagrada al budismo, el yoga y el shintoísmo, Imágenes del Espíritu.

A partir de 1965 y durante los próximos diez años Schuon regresará anualmente a Marruecos. Luego de su primer viaje tiene una experiencia espiritual asociada con la Virgen María, que describirá más adelante en algunos poemas. A partir de su visión de la Sayydatna Maryam, como la llama el Islam, el símbolo matriarcal de la Sabiduría en quien se unen la Pureza receptiva y la Gracia salvífica, hará a menudo referencia a la sabiduría mariana en sus escritos, en su enseñanza y en su pintura, donde las representaciones marianas tienen un aspecto más hinduista que cristiano.

Por aquellos años Joan Bies lo describe así: “Una amplia frente, una corta barba gris, abundantes cabellos blancos llevados hacia atrás; la nariz fuertemente arqueada, los dedos afilados de un pianista… Sus gestos son vivaces; están ritualizados hasta el detalle: invitan a sentarse, tomar una pluma… A lo largo de la conversación hará deslizar de una a otra mano un pequeño rosario de cuentas de marfil. Su facultad de afabilidad y de atención al otro es total; parece siempre profundamente interesado por lo que le están preguntando, así sea de la menor banalidad”.

En esta época expone en un artículo recopilado en Sobre los mundos antiguos (1968), la naturaleza de lo que llama la religio perennis, “religión invisible” o “subyacente”, núcleo quintaesencial de todas las religiones más allá de los velos exotéricos y esotéricos.

Con Lógica y trascendencia, editada en 1970, emprende una crítica de los fundamentos de la filosofía clásica y moderna y elabora las premisas de una epistemología tradicional. Poco después publica Forma y sustancia de las religiones y El esoterismo como principio y como vía. La primera obra, formada por 18 ensayos donde se revisa el Vedanta, el budismo, el cristianismo y el Islam, busca exponer “diversas formulaciones de la verdad de todas partes y de siempre, no como historiador de las ideas, sino en cuanto portavoz de la philosophia perennis”. La segunda le permite precisar lo que entendía por esoterismo verdadero y su profunda distancia respecto al ocultismo; también dice que la gnosis, el “esoterismo en sí”, se transparenta bajo los velos de las formulaciones religiosas. Apartado según él de “una antropología voluntarista, individualista y moralista con la que se identifica indudablemente el sufismo ordinario”, aparecen El sufismo, velo y quintaesencia, en 1980 y Cristianismo/Islam, visiones de ecumenismo esotérico, un año después.

Al igual que Coomaraswamy, este tradicionalista y crítico de la modernidad emigrará a Estados Unidos, el país que representa la modernidad, en 1980. Pero no escoge el vértigo de una ciudad cosmopolita como Chicago, sino una cabaña en Indiana, a orillas de un bosque apache. “Dado que nuestra perspectiva es esencialista, por consiguiente universalista y primordialista, es plausible que pudiéramos relacionarnos fraternalmente con el mundo de los pieles rojas, el cual integra la naturaleza virgen en la religión… [mundo que puede ofrecer] en un universo malsano hecho de artificio, de fealdad y de pequeñez, una brisa refrescante de primordialidad y de grandeza”. Durante los primeros años que vive en este país escribe una serie de nuevos libros: De lo divino a lo humano, que presenta como un “giro del horizonte de la metafísica y de la epistemología”; Tras las huellas de la religión perenne y Resumen de metafísica integral, que tienden a circunscribir como una alternativa más allá de las controversias religiosas, los contornos de la metafísica, del esoterismo y de la religión subyacente y universal; Aproximaciones al fenómeno religioso, en el que después de precisar los puntos esenciales de la doctrina, profundiza una vez más acerca del cristianismo y el Islam.

Poco antes de su cumpleaños número ochenta, Schuon publica Tener un centro. Dos años después le siguen Las perlas del peregrino y Raíces de la condición humana. El primero de estos libros está compuesto por extractos de cartas o de textos inéditos relacionados con la virtud, la belleza, lo sagrado y el camino espiritual. En el prefacio del segundo dice: “conocer, querer, amar: en ello consiste toda la naturaleza del hombre, y en consecuencia a ello se reducen toda su vocación y todo su deber. Conocer totalmente, querer libremente, amar noblemente; o dicho de otro modo: conocer lo Absoluto e ipso facto sus relaciones con lo relativo; querer lo que se impone a nosotros en función de ese conocimiento; y amar lo verdadero y el bien, y lo que los manifiesta aquí abajo”.

Al mismo tiempo, en Estados Unidos aparece una obra que reúne sus artículos relacionados con el arte y el pensamiento de los pieles rojas intitulada El sol emplumado, ilustrada con pinturas del propio Schuon y con un prefacio de Thomas Yellowtail. En la primera parte de este libro revisa las doctrinas de los apaches (el Demiurgo) así como sus símbolos (la cruz inscrita en un círculo) y sus ritos (la danza del Sol, la pipa sagrada). La segunda parte está formada por extractos de su diario durante sus visitas a reservaciones y la tercera por fragmentos de su correspondencia.

Es entonces que Schuon se ve envuelto en un proceso judicial. Se le acusa de haber tocado a las hijas de algunos de sus discípulos durante las danzas indias que practicaba desnudo siguiendo las indicaciones que supuestamente le había dado la Virgen en un sueño. Después de un largo proceso, es declarado inocente de los cargos imputados por falta de evidencia. Para sus discípulos más fieles se trató de una calumnia; para sus detractores es un ejemplo de perversión asociada a una secta sincrética moderna. Tal parece que lo sucedido no fue algo realmente serio, pero también que la personalidad real del maestro no correspondía a lo que la gente creía.

En 1992 y 1995 aparecen El juego de máscaras y La transfiguración del hombre, donde Schuon insiste en que “la Belleza actualizada por la percepción visual equivale a un «recuerdo de Dios» si se encuentra en equilibrio con el «recuerdo de Dios» propiamente dicho, que al contrario exige la extinción de lo perceptible”. Finalmente, en 1997, aparece una compilación de sus escritos consagrados al budismo bajo el título Tesoros del budismo.

Durante los tres últimos años de su vida produce, principalmente en alemán, más de tres mil poesías. Muere el 5 de mayo de 1998 invocando el nombre de Dios y es enterrado en el bosque apache que tanto amó.


EL PENSAMIENTO DE SCHUON

En cuanto a la valoración crítica de Schuon debemos hacerlo en distintos niveles. Por un lado, si bien es difícil pronunciarse acerca de las acusaciones que se le imputaron –sus detractores tienen un sitio en Internet que detalla profusamente el caso, pero que parece también un ajuste de cuentas–, sí podemos y debemos juzgar su postura como maestro espiritual. Por un lado sucumbió a lo que llamamos la tentación mesiánica y se hizo o se dejó venerar como gran “maestro universal” por sus discípulos, a quienes permitió que lo confundieran nada menos que con Jesucristo. Más grave fue que en lugar de conservar la ortodoxia de la vía espiritual que él mismo había escogido, creó una especie de culto sincrético que combinaba el sufismo con algunos rituales apaches. Además, si reconocemos, como él mismo lo hace, que el sufismo es el aspecto esotérico del Islam, y si aceptamos su idea de que existe un sufismo “ordinario” y uno que no lo es, tendríamos que reconocer la existencia de dos esoterismos: uno ordinario y otro excepcional o extraordinario, lo que es un absurdo. Ya hablamos sobre la supuesta iniciación que había vivido oníricamente, pero quisiéramos abundar un poco más. Existen ejemplos en diversas tradiciones donde un candidato experimenta una iniciación en un sueño, pero es una regla que debe posteriormente recibir dicha iniciación por parte de un maestro cuyo linaje espiritual sea fidedigno. Este es el caso de la tradición tibetana, como puede verse en Los cantos de Milarepa (editorial Yug). Por otra parte, la desnudez ritual que le había sido sugerida en sueños por la Virgen es más que sospechosa y recuerda fenómenos similares presentes en ciertas sectas rusas del siglo XIX.

En cuanto a su obra, por un lado debemos reconocer sus vastos conocimientos en cuanto al platonismo, la escolástica, el Vedanta y el Islam pero, al igual que Coomaraswamy, al hablar de la sabiduría tradicional utilizó conceptos contra los cuales había alertado Guénon, como religio perennis y philosophia perennis, tomados de la filosofía del siglo XVIII, así como “sistema”, “ontología”, “misticismo”, “subjetivo”, etcétera. En cuanto a su aportación al terreno del pensamiento tradicional, podemos decir que si Guénon se dedicó a la metafísica y al simbolismo, Evola a la metapolítica y Coomaraswamy a la retórica tradicional, Schuon exploró las aplicaciones de los principios metafísicos en el ámbito de la conducta humana, por no decir moral, así como a las relaciones entre el esoterismo o metafísica pura y la religión o exoterismo. Por último, consideramos que su pintura es un esfuerzo por recuperar un sentido sagrado dentro de las técnicas occidentales.

*El arte del Islam está publicado por Olañeta y Alquimia por Paidós.

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